Thursday 21 January 2010

Palabras de Odio





Debe ser que me está pegando el año del tigre, que según despierta en la serpiente ganas de lucha, pero me estoy encontrando, no peleando, esa no es la palabra justa, si no más bien no dejando pasar ciertas cosas que, aunque en el fondo entiendo, igualito me molestan. Y entre ellas esta esa manía de insultar al adversario. Que se haga una que otra vez, para dejar salir la presión, se entiende y es necesario. Pero cuando se hace un lugar común, cuando no podemos referirnos al otro sin vilipendiar, se crea una burbuja de oscuridad, de rencor y de resentimiento que nos encierra en una cárcel con eso que detestamos.

Las palabras son retroalimentación para el alma. Las palabras son sagradas. Por eso el Dios Bíblico jamás dice su nombre y la Diosa Isis le jugó una treta a Ra, porque al saber el vocablo que lo definía podía ejercer control sobre el. En la novela "1984" el gobierno totalitario del Gran Hermano tiene un departamento de Neo-Habla o Neo-Lengua, dedicado, entre otras cosas, a borrar palabras del diccionario, porque ¿si no sabes cómo se llama algo, cómo puedes saber lo que es, o que lo deseas o lo necesitas, como el amor, el respeto o la libertad? En los hogares en donde hay castigos (medidos) corporales -la famosa nalgada o palmada en la mano- el adulto que de ahí proviene tiende a recordar esos incidentes con una especie de orgullo, ternura, entendimiento y hasta diversión. No así la palabra mal dicha. Antes de que en la Alemania Nazi se matara al primer judío, se había dejado escapar torrentes de palabras, por años, en contra de ellos, hasta el punto de deshumanizarlos; de verlos y no poder evitar recordar algún mensaje: que si ladrones, que si explotadores, que si vagos; que si asesinos de Cristo.

Y esa es mi molestia y ese es mi miedo. El tener que escuchar a personas que se consideran justas, democráticas, cristianas, dejarse llevar por ríos de palabras que denigran al otro, que le quitan moral, bondad o derecho sólo porque están en el lado contrario del nuestro. Los acusamos de tercos, de burros, de ignorantes, de vendidos, de vagos, de ladrones, de corruptos, de vende-patria, de vasallos, de abrazar un ideal dictatorial porque no piensan como nosotros. Es decir, no son buenos porque no piensan como nosotros; no son morales porque no piensan como nosotros; no son patriotas, porque no piensan como nosotros; no valen nada porque no piensan como nosotros. Y luego nos quejamos porque sentimos que el gobierno ataca nuestro derecho a ser como queramos.

Claro, siempre habrá el que diga que ellos no nos llaman precisamente angelitos. Cierto, pero lo cortes no quita lo valiente. Aunque estoy segura de que alguno le habrán pasado por la mente y los labios, estoy por leer el primer mensaje denigrante que Gandhi o Martin Luther King utilizó para referirse al adversario. Mas me pregunto, ¿cuántas palabras teñidas de odio habrán escuchado los tutsi antes de agarrar sus machetes y lanzarse contra sus vecinos? ¿Y los serbios contra los musulmanes? ¿Y los musulmanes contra los occidentales?

Todavía no conozco personalmente a ningún ateo declarado (excepto yo misma y eso fue por unos cuantos meses); todos los que me rodean creen el alguna especie de Divinidad de amor y luz y la gran mayoría en el Dios cristiano. Lo que a pide a gritos respuesta a la pregunta:, ¿en dónde están esas creencias de amor y hermandad y perdón y aceptación cuando se dejan llevar por la rabia; cuando no lo piensan dos veces para insultar a poblaciones enteras por ser tan increíblemente brutas y bestias y no ver que ellos tienen la razón y no los otros, porque son más educados y estan mejor preparados y son más lógicos y -esto se lo tragan, pero ahí esta, en un suspiro- estan un escalón a arriba en la gran escalera automática de la vida. ¿Qué les cuesta ver el mundo cómo ellos? ¿Porque no pueden tener las aspiraciones de sus mejores? ¿Por qué, Dios mío, tienen que ser tan mente 'e rancho para no ver lo que les conviene? ¿Qué se puede esperar de un país de flojos, ignorantes y vagabundos? Con razón es que estamos como estamos,dicen: es que nos merecemos todito lo que nos pasa, pobrecitos nosotros, que vivimos en un Haití diario, en un Dafur, en una Irak devastada, porque nada ocurre en este planeta que no encuentra comparación con la realidad venezolana diaria y si alguien se cae, ay mijta, eso no es nada, nosotros tenemos una pierna rota, porque imagínate esta niña, que perdí la balckberry, y si en el medio oriente explota una bomba, eso no es nada con lo que ocurre aquí, por culpa de esos malditos coños de su madres monos chavistas -y viste que Chávez dijo que su abuelo era italiano, que carrizo va ser italiano el bicho ese, su abuelo es un burro allá en Barinas que se cogió a la negra de su abuela.

Quisiera decir que las palabras anteriores son obra de mi inspiración. Lamentablemente son palabras recogidas de aquí y de allá, de foros y páginas de gente que se considera decente, justa, igualitaria, buenas personas, democráticas y nada racistas. Y lo peor es que mentira no es. Todo eso existe en ellos y todo eso se pierde cuando se dejan llevar por el odio hecho palabras, lluvia acida que corroe al que las dice, al que las escucha y al que las lee. Al principio de este escrito dije que las palabras son retroalimentación para el alma: de allí salen y allí regresan. Ese es el fundamento de las afirmaciones positivas y las oraciones. También, en otro escrito, dije que había personas Credendo Vides: creo, entonces veo. Y yo me pregunto, si esto es lo que creen los que se dejan llevar por la negatividad, ¿que será lo que ven? ¿Y qué será lo que piensan lo que las escuchan, a los que están dirigidas? Mi impresión es que pensarán que una vez que los problemas de los escuálidos o burgueses estén resueltos, y haya agua y luz y dólares libres y seguridad en las calles, ninguno se va acordar de ellos. Con Chávez al menos todos están en el mismo barco, e igual suben cien escalones la alta ejecutiva y la doméstica para llegar a sus hogares, ambas con su par de botellitas de agua para lavarse la cara antes de dormir. Y me imagino que le darán razón al líder, cuando éste les repite, una y otra vez que esos “escuálidos” desprecian al “pueblo”. ¿Y con qué cara, después de escuchar palabras cómo las descritas, les dice que no es así?

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