Wednesday 27 March 2013

El Socialismo Que Yo Conocí


@KaremBarratt De los casi diez años que llevo en Inglaterra, siete y medio fueron “hechos en socialismo.” Y debo confesar que, a primera vista, el socialismo ingles tenía mucho que ofrecer: pensión segura para jubilados, casa segura para los pobres, seguridad social eficiente, escuelas públicas de primera. En todos los espectáculos, exhibiciones, cines, teatro y eventos deportivos se incluía una tarifa especial para personas mayores o en “beneficios.” Solo el nacer en Reino Unido te daba derecho a una cantidad determinada de dinero para asegurarte que tu mamá tuviera para la leche y los panales –independientemente de que se necesitara el dinero o no. Había programas para que los chicos de la clase obrera igual tuvieran acceso a ciertos lujos de las clases más pudientes, como clase de idiomas o arte gratuitos. Si estabas gordo, el médico escribía una nota para que pudieras ir al gimnasio del pueblo a mitad de precio. Las bibliotecas rebozaban de libros y actividades gratuitas para la familia. En algún momento el gobierno dejó de construir viviendas sociales y sencillamente comenzó a alquilar casas para familias de menores recursos, algunas de ellas en zonas de renombre, a altísimos precios. La Universidad no era gratis, pero era pagable y te daban un crédito que incluía tu manutención, pagadero a cómodas cuotas después de la graduación –presumiendo que decidieras trabajar. Este socialismo anglosajón también tenía su lado obscuro. Al no tener incentivo para ir a trabajar, se crearon familias en la que hasta dos generaciones no habían salido a ganarse la vida. Muchos usaron los beneficios para el alcohol, las drogas y las apuestas. Adolescentes sin visión de futuro ni necesidad de ganarse la vida se convirtieron en guapetones de barrios. El que se le diera casa de manera inmediata a las madres solteras, se erradicara el uso del nombre del padre en ciertos documentos legales y se asegurara la manutención de los chicos creó en cierto sectores una situación en que el padre pasó a ser figura irrelevante y mujeres tuvieran dos, tres, cuatro y hasta cinco hijos de padres diferentes. Se creó un estigma a la idea de “progreso” o “desarrollo” personal, a ser ambicioso, a querer brindar oportunidades a los hijos a superarse a nivel académico. No sé si se llego a implementar, pero en algún momento se habló de poner a los hijos de profesionales universitarios al final de la lista de los estudiantes que querían entrar a las universidades, de forma de darles prioridad a los chicos de la clase obrera, independientemente de sus notas. En busca de “igualdad”, se desmantelaron las escuelas especiales y se insertaron a sus alumnos a las escuelas regulares, quitándole el apoyo profesional y el ambiente adecuado para las necesidades de los chicos. Se intentó compensar esto mandando maestros especiales a las escuelas, para que sacaran a los chicos de las aulas un par de horas y darle clases a su nivel intelectual, pero los mismos padres que conocieron ambos sistemas han dicho que esto no ha funcionado tan bien. Buscando la “libertad de la persona” muchos se graduaron de los bachilleratos públicos con especialidades como fotografía, relajación y estudios mediáticos y pocos con conocimientos sólidos de inglés, matemáticas, ciencias, computación o cualquier materia medianamente difícil. Se dejó de apoyar a los industriales, por lo que muchas empresas cerraron y se comenzó a importar en grandes cantidades, a un costo humano de trabajo perdidos. Si se logró cierta igualdad social en parte porque con la cantidad de impuesto (en algunos casos hasta el 40 % del sueldo) que le hacían pagar a las personas clase media, pues la mayoría quedaba igual en cuanto a entradas monetarias –excepto que se comenzó a generar un resentimiento por parte de personas que igual trabajaban, se esforzaban por estudiar, levantar un negocio pero percibían que parte de sus impuestos fuera a parar, en parte, a manos de personas que no trabajaban por razones tan pueriles como “tengo una rodilla enferma.” Por otro lado, se fomentaba la idea de que la honradez, la laboriosidad, lo bueno del país provenía de la clase obrera, mientras que la clase media (que técnicamente seria la clase media/alta de Venezuela) era la versión inglesa de “sifrinito.” Dicho eso, muchos de la clase obrera vivían como burgueses: casa propia, carro propio, viajes al extranjero en vacaciones, fines de semanas de compras en los centros comerciales y demás. Cuando se les dijo a las madres solteras que dejarían de recibir la pensión por su soltería una vez el chico llegara a los 12 años, los gritos de quejas se escucharon en todo el Reino Unido, porque sus hijos las “necesitaban.” Sin embargo, aquellas que si trabajaban y estaban fuera el sistema de beneficios no recibían ayuda extra para pagar el cuidado de sus hijos. Llego un momento que muchas dejaron de trabajar porque era más barato quedarse en casa que salir al campo laboral y pagar los exorbitantes precios de las guarderías. Luego llegó lo que históricamente le llega a todo socialismo: el gobierno se quedo sin real, porque ser el papá de toda una nación cuesta un dineral. Dos años después, con el gobierno conservador, muchas de las cosas aun están, pero muchas se están cerrando por falta de dinero. Solo que ahora hay un buen número de personas sin los conocimientos y habilidades para conseguir uno de los cada vez más escasos empleos. Curiosamente, el socialismo inglés desarrolló un romance tropical con los bancos, que ha sido continuado por el gobierno conservador. Los socialistas usaron los impuestos para rescatar a los bancos de la quiebra, pero ni ellos ni los conservadores imponen reglas para que esos mismos bancos presten dinero a la gente común. Al final, el problema del socialismo, tal y como lo viví, es que de una busquedad de justicia social, se pasa una mentalidad de “derecho al lujo social.” Pareciera que no se busca tanto que la gente viva fuera de la pobreza, como que viva en una abundancia que va mas allá de lo necesario para una vida digna, sin darle la oportunidad a ellos mismos a ganarse lo que en realidad son privilegios. La verdad verdadera es que el socialismo es muy caro para ser factible y creo que en su caso habría que aplicar algo que leí sobre cómo educar a los niños: el amor, el techo, la comida sana, la educación y la salud básica es tu derecho. El resto tienes que trabajar para tenerlo. Hoy en día estamos en austeridad y muchos inocentes están pagando por pegadores. Incluso el partido socialista que sostuvo el poder por una década admite haberse equivocado en muchas de sus políticas. La mentalidad a “tengo derecho a lo mejor porque si” creada durante el socialismo fue muy palpable en los saqueos y disturbios de hace un par de años. No era comida lo que se robaban: eran botellas de licor, zapatos de lujos y televisores pantalla plana.

Monday 25 March 2013

Hablando de Artistas y Dignidad

@KaremBarratt Yo no tengo problema de que un grupo de artistas decidan apoyar al presente gobierno. Es su derecho y como demócrata se lo respeto. Pero es mi derecho disentir de algo que escuche a la joven modelo decir (se me olvida el nombre): supuestamente antes no había dignidad y con este gobierno de 14 años si la hay. Yo no pienso que sea digno que trabajadores de la empresa petrolero hayan sido despedidos por TV con un pito por la "osadía" de protestar algo en que estaban en desacuerdo. No pienso que sea digno que personas que ejercieron su derecho a disentir firmando una lista hayan sido vetadas después, desde recibir créditos a pasaportes (y lo último me consta por experiencia propia.) No pienso que sea digno que personeros del gobierno, quienes en, teoría, representan a todos, llamen a venezolanos que piensan distinto al gobierno desde apátridas hasta gusanos (a donde queda lo democracia?). No pienso que sea digno que personas de los pueblos originarios sean ignoradas cuando vienen a reclamar derechos, o se vean forzados a mendigar. No pienso que sea digno que a comunicadores sociales se les ataque o se les niegue acceso a información solo por trabajar en una empresa que al gobierno no le gusta. Parte del precio de ser un político es endurecer esa piel. No pienso que sea digno que se traiga a profesionales del exterior y en vez de pagarles directamente, se le pague a un tercero quien decide cuanto le va a dar de ese sueldo al trabajador. En otras partes, eso se llama esclavitud. No pienso que sea digno que banderas extranjeras ondeen en lugares gubernamentales. No pienso que sea digno que todavía haya personas de todas las edades en situación de calle. No pienso que sea digno que después de todo el dinero que ha entrado a este país en los últimos quinquenios, los cerros sigan llenos de ranchos, las calles sucias, la gente agarrándose a golpes para comprar comida. No pienso que sea digno usar el color, la clase social, la herencia étnica, la religión o las preferencias sexuales como forma de insulto. No niego que en el pasado hubo indignidades. Niego que con este gobierno las cosas hayan cambiado para mejor en el campo de la dignidad